CUERPO, ARTE Y VIOLENCIA

En Colombia tenemos una herencia violenta que se remonta desde la llegada de embarcaciones Españolas a la costa atlántica y su encuentro con las comunidades indígenas que habitaban el territorio. Un circulo vicioso de hechos históricos que concluye siempre en lo mismo: víctimas, victimarios, violencia y terror.
El poder de algunos sobre otros y el cuerpo como medio de este poder queda entonces en una encrucijada, estas relaciones de violencia se dan por medio del cuerpo: el cuerpo de la víctima o del victimario. Siempre es posible leer los cuerpos gramaticalmente, como una historia con inicio, nudo y desenlace, esta lectura puede ser incluso traumática por la forma en la que se presenta, por esto el terror, esta es la base del poder de los victimarios y no se da así sin más, es una práctica estructurada, pensada que en un primer momento requiere de una estrategia, personajes específicos que realizan la acción violenta, el ritual, el instrumento con el que se realiza y una cronología de terror, es decir un espacio temporal en el que se dan estos hechos con intención de comunicar y exponer la violencia.
¿Cuál es el papel del arte en esta dinámica? El arte es el medio, la exposición del cuerpo, dejando de lado completamente una lógica moralista, no podemos usar razones objetivas en esta lógica porque claramente son acciones que atentan contra la humanidad y ¿La humanidad no se expresa en el arte? ¿El arte no le da humanidad al artista?.
Claramente esto supone un conflicto de principios ¿Cómo es posible comparar hechos de violencia organizada que se retratan en fotografías para demostrar poder con una pintura de Rembrandt? ¿Me convierte a mi esta comparación en un monstruo de la razón?.
Hay en el hombre una naturaleza, un instinto que se basa de razones objetivas que posteriormente y después de tantas razones inevitablemente se desborda en violencia, es como si cada uno de nosotros nos encontráramos en la mitad de la razón y el instinto, terminamos en dinámicas de violencia creadas por nuestro propio instinto dejando de lado por un momento la razón pero no completamente.